Y como siempre, llegué tarde. La sala estaba cerrada. Allá afuera, algunas personas bebían un poco de espumante, la mayoría lo había acabado ya. 

¿No es acaso la Casa de la Literatura el mejor escenario para ver nacer un primer hijo?

Ahí estaba ella, vestida de rojo, en tacones (dolorosos tacones), vestida de una inmensa sonrisa. Cuando la conocí vestía una chompa holgada, zapatillas y una vincha.

Aquella noche en que la conocí, volvía yo a mi casa, la de los libros y encuentros. Volvía después de meses, esta vez sola, decidida a continuar con mi vida ¡Total! ya había recogido algunos pedazos de mi alma ¡Vaya que podría recoger los faltantes!

...

Volver a esta casa, sola, conocerla a ella y reflejarme en sus vivencias, me hicieron ver que la soledad -esa tan temida por muchos- no era mala. Mi soledad y mi deseo de continuar ...  miento... mi soledad y mi deseo de mirar hacia atrás para reencontrarme y "pivotear" mi vida me llevaron hasta allí.

"Yo soy comunicadora"..."yo también"

"Yo escribo desde niña"... "yo desde adolescente"

"Yo he estado bloqueada por mucho tiempo sin poder escribir"..."yo también".

...

Hoy llegué tarde como siempre. Perdí la batalla contra el reloj.

Vi al niño ya nacido. 

Ver el rostro de ella sonriente, feliz, la atmósfera cálida, me hizo preguntarme si estoy viviendo lo que realmente deseo vivir; si la niña que fui está feliz con la mujer que soy. 

La Plaza de Armas me recibió iluminada, como en aquellos tiempos de colegio, la vereda de la calle volvió a ser mi amiga y en sus escalones me senté a intentar escribir algo. Me preguntaba si quizá, haciendo gala de mis conocidas tardanzas, estaba dejando sueltos algunos hilos viscerales de mi vida, esos hilos que unen lo esencial de nuestro ser, eso que sólo viene cuando se vive el aquí y el ahora.

Felicitaciones amiga.

Memorias de la Ausencia

Giovanna Signori